domingo, 25 de septiembre de 2016

Para alejar indeseables



El campesino cubano con una inteligencia y picardía increíbles siempre tuvo como marcada cualidad una hospitalidad a toda prueba que, dicho sea de paso, la modernidad ha ido socavando.
Pero también era pródigo en artimañas para alejar visitantes indeseables, especialmente a enamorados bobos que eran blanco de una amplia gama de bromas pesadas y también refinadas para que no volvieran en son de conquista o petición de manos de la, o las señoritas de la casa.
Una de ellas era atender exquisitamente a los visitantes para que no sospecharan y cuando se retiraban, algo entrada la noche, colocar un muñecón colgado a la orilla del camino o en medio de este, con la complicidad de algún vecino o familiar moverlo amenazadoramente.
Como  las historias de aparecidos eran frecuentes en las tertulias del campo cubano, la mitad del camino estaba andado si el visitante era sugestionable, o si iba entretenido pensado en un minuto a solas con su amada; por eso cuando el muñecón movía los brazos amenazadoramente picaba espuelas  hasta casi reventar el caballo o si era un viandante  se decía “¡paticas pa´ que las quiero!” y muchas veces ni volvía por aquellos lares.
También sucedía que algunos de aquellos “trajinados” eran hombres bragados y apelaban al machete o las piedras y  ponían en peligro a los bromistas… esas eran chacotas de nuestros campos cuando reinaban la ignorancia y el atraso, ya no es posible gastarlas a nadie.
Al consultar Google pude apreciar que esto pudiera tener su origen en una de las 15 bromas más frecuentes del 28 de diciembre, Día de los inocentes llamadas también inocentadas: “La aparición del «enano» o del maniquí
Esta «inocentada» se catalogaría entre las más asustadizas. Es muy sencilla, y puedes ser tú mismo el protagonista o utilizar un maniquí o un muñeco de dimensiones considerables. Vístete (o viste al maniquí) con una larga gabardina o una manta, colócate delante de la puerta (de modo que al abrir no te dé) de la habitación (o del baño) de la persona a la que quieras sorprender y sitúate de rodillas. Cuando abra la puerta tu víctima, quédate inmóvil, el susto estará asegurado. Y es que, las historias de terror llevabas al cine y a la literatura, además de las experiencias personales que muchos de nuestro entorno se empeñan en contarnos –en referencia a contacto con el «más allá»–, han hecho que estemos en «pre-aviso» sobre cualquier ruido, sombra o sensación que tengamos. Por lo tanto, la aparición de una figura extraña de imprevisto pondrá los vellos de punta al más valiente”.
Otra broma recurrente era tostar larvas del bichito llamado comején junto con granos de café porque daba una irritabilidad estomacal y una flatulencia irrefrenables y pasado un rato, en medio de la charla comenzaban a estallar pedos pestilentes que llenaban de vergüenza al  visitante que pasaba trabajo hasta para despedirse. Tampoco volvía por haber sido catalogado de pedorro o”peyorro”, como por acá decimos.
Dicen que echar el polvo del isóptero comején tostado en el asiento tenía un efecto similar al descrito.
Ya todo esto pertenece al pretérito, pero es bueno rememorarlo.

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