domingo, 25 de junio de 2017

Historia de los dos sillones

Como otras veces mi viejo ordenador me traicionó y no pude publicar el  trabajo destinado al   Día de los padres, lo hago hoy, siete días después, cuando pude cogerle unos cuantos parches a mi computadora
 Conocí al ingeniero Roberto Ortiz Miranda en  Valenzuela cuando invitados por él y otros especialistas de la  Casa de la nacionalidad  cubana, algunos medios de prensa de Granma  reportábamos el hallazgo de un  asentamiento aborigen en esa zona intermedia entre el llano y la Sierra Maestra, hace poco más de una década.
Desde entonces cada vez que nos encontramos aprovecho la sabrosa e inteligente charla de quien yo llamo Pichón de filósofo, pues eso es a ultranza.
Conocedor  al dedillo de  la vida y obra de José Martí, no lo es  al estilo de los “memoriones” que citan al Apóstol, pero   apenas interiorizan un poco su pensamiento a lo largo y ancho como hace este amante  de lo humano y lo divino, de lo sublime y lo ridículo, sin temor a caer en esto último.

Una tarde quise atrapar todo lo que hablaba el Filósofo pero no quise traicionarlo  usando una grabadora escondida y, de mostrarla, hubiera mancado la espontaneidad de su palabra.
Él estableció un parangón entre la ancianidad de dos hombres y se refirió  a sus vidas paralelas en La historia de los dos sillones y apelando a mi corta memoria que no acierta a retener muchos números telefónicos de nuevo ingreso, quiero relatar a mis lectores lo que dijo Ortiz Miranda.
El sillón alegre
“Está el viejo que hizo una casa tuvo hijos, nietos, biznietos… todos en la compañía de su esposa y les educó en la bondad y la virtud… sus hijos se disputan quien habla con él; si no, lo hacen todos a la vez y todos quieren tener  con él un día de fiesta, y alguno hasta se toma un traguito con él.
El sillón triste
“Está el otro viejo que simplemente vegetó, no tuvo ninguna historia, no se preparó para  la senectud… entonces Ortiz miranda evocó sus lecturas: hubo un filósofo que dijo que a los 60 años deben tenerse creadas todas las condiciones materiales y espirituales necesarias para tener una vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la prole  formada en los valores humanos…
“Y entonces tú ves al viejo afligido  con un bafle al lado y un reggaetón a todo dar, que ni le interesa y a lo mejor el cálculo es: ´ ¿cuándo estira la pata!?´ pasa un nieto por al lado le hala una oreja y le dice “guatacúo”.
Está ese viejo triste al que le mandan  una sopa que ni sabe a ná aunque  tiene carne pero ¡oh milagro! … en el camino se ¿pierde? la carne y el “ llevador”  ni le acompaña a tragar el líquido insípido y dispara la frase como un  trallazo.
-‘Ahí te mandaron! Y era un caldo pela´o
entonces Ortiz miranda evocó sus lecturas: hubo un filósofo que dijo que a los 60 años deben tenerse creadas todas las condiciones materiales y espirituales necesarias para tener una vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la prole  formada en los valores humanos…
Tú tienes que ocuparte de que el ocaso de tu vida no sea el de la gente que todos sus amaneceres son grises hay otros que al abrir los ojos pueden decir coño que lindo está hoy el día.
Después entrelaza las historias de los dos sillones
Hay disputas feas como esta: ¿Hasta cuándo voy a tener a papá?
-¡A mí ni me miren, yo estoy enreda ‘o!
-¡Y yo hace 15 días que lo tuve…!
Pero una bien distinta
- Oye m´ija, llevas una semana con papá cuando me toca a mí?
-Sí… y yo el último de la cola?
Al viejo querido nunca la sacan la carne de la sopa,  los nietos se le sientan en las rodillas –
-Abuelo, abre a boca, y le ponen un caramelo o dulcecito.
El triste: están los hijos tomando ron, el viejo con la bemba que parece la liga de un tirapiedras por la ganas de darse un “lineazo” nada más
-¡Cuida´o con darle a papá que no puede tomar!
En el sillón alegre dice el viejo.
-Ven acá muchacho,  guarda  para ti y esto otro para que me busques un Rifle (botella de ron o aguardiente)
Y lo que más pueden decirle es: “¡Papá toma con cuidado!” -porque es tu rile
-¡Papá te mando un pollito frito! ese es el mensaje y esa es la realidad
 A los 20 años  el hombre tiene la cara que  dios le Dio, a los 40 la que te dio la vida y a los 70 la que  merece: ¿viste ese viejo? ¡parece un guiñapo! ¿viste esa viejita? ¡Qué linda!
Para calzar aún más sus relatos Ortiz Miranda pone un  ejemplo fehaciente de quien no educó a sus hijos en los valores humanos.
“Hace unos días me hicieron el cuento triste de un entierro. Están bajando al padre, al tronco familiar,   un viejo adinerado, las sogas se tensaban por el peso, no había llegado abajo y una hija se enjuga una lágrima al tiempo que mira de reojo a sus hermanos y dice
-¡Yo me voy a quedar con la casa! ¿Oíste?
-¡El carro es mío!, dice uno de los varones.
-¡El dinero que está en el banco es para mí!, dice, el tercero.

Para el final Ortiz Miranda evoca sus lecturas: “Un filósofo dijo que a los 60 años deben tenerse creadas todas las condiciones materiales y espirituales necesarias para tener una vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la prole  formada en los valores humanos…
“Uno debe  ocuparse de que el ocaso de tu vida no sea el de la gente cuyos  amaneceres son grises;  sino el de quienes  al abrir los ojos pueden decir: -coño,  qué lindo está hoy el día…”.

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